Mucho es lo que nos traemos de la JMJ después de pasar unos días tan intensos y tan de Iglesia por Polonia y mucho os podríamos contar. Para que os hagáis una idea os dejamos los testimonios de María Arroyo, Paula Luján, Gonzalo Pineda, Javi Ramos y Elena Luque:
MARÍA ARROYO (SEVILLA)
Lo primero que pensé cuando me propusieron contar mi testimonio de la JMJ fue: ¿Cómo expresar todo lo vivido con unas simples palabras?
Voy a empezar contando lo básico, para el que esté un poco perdido. La JMJ es la Jornada Mundial de la Juventud, un movimiento de miles y miles de jóvenes católicos de todos los países del mundo que se mueven por un mismo ideal, por una misma creencia, por amor a los demás y por amor a Dios. Es un movimiento fundado por San Juan Pablo II y que se celebra cada 2 o 3 años. Este año ha sido en Cracovia (Polonia).
Un grupo de 60 personas, algunas conocidas y otras desconocidas, nos poníamos en camino el 19 de julio, sin podernos imaginar cómo 13 días iban a marcar tanto nuestras vidas.
Los primeros 5 días estuvimos en familias de acogida en Lodz. Familias que desinteresadamente nos recibieron en sus casas. No sólo desinteresadamente, sino agradecidas y deseosas de que estuviéramos allí.
A mi hermano y a mí nos tocó una familia de 5 miembros. El papá Dawid, la mamá Agnieszka y sus 3 niñas Lidia, Kinga y Veronique. Durante el tiempo que estuvimos con ellos hablamos de todo tipo de cosas, recogimos frutos y flores de un pequeño huerto que tenían, nos enseñamos los bailes típicos de los 2 países, compartimos historias, hablamos del futuro, jugamos con las niñas, aprendimos a bendecir la mesa en polaco y, por supuesto, nos dimos algún que otro detallito típico de nuestros países. Por resumir todo esto, vivimos 5 días de amor, de complicidad, de comunión. El último día se respiraba una mezcla de sentimientos entre cariño, pena, emoción y alegría por haber convivido con gente tan lejana y a la vez tan cercana. Algo tan auténtico sólo se puede entender viviéndolo.
Los días que quedaban estuvimos el grupo entero en una escuela junto a otros jóvenes españoles y de otros países. De estos 8 días voy a destacar 3 cosas:
1- La convivencia tan positiva y llena de felicidad que hemos tenido entre nosotros, a pesar de los contratiempos (duchas frías, pocos trenes y llenos siempre, desmayos por el calor húmedo y agobiante, mucha lluvia,…).
2- El sentimiento Claretiano que ha habido en todo momento. Si alguien no se sabía el himno del Padre Claret se lo ha tenido que aprender a base de repeticiones. Lo entonábamos aunque fuera con voces roncas, mañaneras o cansadas al menos una vez al día.
3- La alegría que contagiaba el Papa Francisco. Alegría que tenemos que llevar a todos los que podamos. Alegría de un cristiano. Alegría de saber que Dios nos quiere. Alegría porque nada es más fuerte que el amor. ¡Alegría por la vida!
GONZALO PINEDA (SEVILLA)
No hace falta vivir una JMJ para saber que el rasgo más característico de la misma es la pluralidad; pluralidad de culturas, de países, de costumbres… Pero si es necesario ir a una para darse cuenta de la gran variedad de motivos que llevan a millones de personas de todo el mundo a lanzarse a la aventura de una JMJ, algunas vienen encantadas viendo el fruto de su trabajo, ahorro y sacrificios de muchos años, otras personas vienen a reafirmar su fé, otras a vivir en comunidad… Aunque siempre entre tanta pluralidad, hay algo que hables con quien hables, sea del país que sea, es común en todas las personas que encuentras en una JMJ, y sí, por supuesto que es Dios.
Antes de la JMJ yo personalmente estaba asustado, porque no sabía muy bien a donde iba y sobretodo porque tenía muchas dudas sobre la fe, creía que por esas dudas en la JMJ me sentiría como un bicho raro, pero para mi sorpresa en ningún momento me pareció estar fuera de lugar, es más me sentía en todo momento como en casa. Esta sensación se hizo más intensa cuando después de un rato de oración y de puesta en común que tuvimos los Claretianos en el pueblo donde nos acogieron en Cracovia, me di cuenta de que no era el único que tenía dudas, que todos en algún momento hemos sentido esa impotencia de no saber cual es tu camino. En ese momento recordé una frase que me ayudó en muchos momentos de crisis, “una fé sin dudas, es una fé muerta”, cada vez que me sentía perdido y extraño recordaba la frase, y entonces recordaba que no estaba solo y que ni mucho menos yo era un extraño.
Una de las cosas que más me sorprendieron de la JMJ pasó, aunque parezca extraño, mucho antes de la misma, y fue mi forma de decir que quería ir a la JMJ. En el momento en el que me enteré de la posibilidad de ir, yo estaba en una etapa de mi vida muy difícil, por mis estudios, porque no sabía que camino darle a mi vida…, y lo último en lo que pensaba en aquel momento era en Dios y cualquier cosa relacionada con la religión, por eso las primeras veces que me preguntaron si quería ir, ni siquiera dudé al decir que no. Pero entonces un día como otro cualquiera, me lo volvieron a preguntar y sin saber por qué, aquella vez dije que si y aún habiendo tenido muchas oportunidades de echarme para atrás nunca me lo planteé, de un día para otro quería ir a la JMJ. A día de hoy tras vivir las experiencias por las que he pasado gracias a ese sí, sé que fue Dios quien me ayudó a dar el paso.
También es increíble el ambiente que allí se respira, porque habiendo días que nos levantábamos con un sol espléndido y mucho calor y a los cinco minutos el cielo se nublaba y empezaba a llover o también con las largas caminatas al sol, las auténticas batallas para entrar al tren y muchos ejemplos más que podría poner, nosotros siempre pasábamos esos momentos riéndonos y cantando cuando en cualquier otra situación estaríamos amargados y quejándonos de todo.
En definitiva, de la JMJ me llevo una gran experiencia de fé, que me ha servido para madurar y conocerme mejor a mí mismo además de miles de risas, momentos y personas nuevas que aunque solo hayamos convivido unos días parece que fuésemos amigos de toda la vida.
(el contagio de sensaciones)
PAULA LUJÁN (LAS PALMAS)
Unos cuantos días después de haber vuelto de Polonia y habiendo observado todo lo vivido, solo queda dar las gracias. Han sido unos días cargados de cierta locura, de múltiples aventuras y, sobre todo, de un continuo encontrar al Señor.
Muchos teníamos la incertidumbre de qué sería de nosotros durante la JMJ, en un país diferente, con personas desconocidas, sin saber lo que realmente íbamos a hacer… pero decidimos que valía la pena dejarse llevar y disfrutar todo lo que viniese.
La alegría y el cariño con el que nos acogieron desde la primera noche los claretianos de ?ód? y nuestras respectivas familias, unidas al entusiasmo de los voluntarios, permitieron que se creara desde el primer momento un ambiente impresionante. Misas en polaco, pantomimas, “del carajo la macedonia…”, la Fiesta de las Naciones, la “breve” historia polaca, conciertos de rock en ?agiewniki, deportes… Todas estas experiencias permitieron unir a la familia claretiana de todo el mundo. Impresionaba el hecho de que todos los que nos habíamos reunido lo hiciésemos en torno al nombre del Señor.
Tras una semana nos pusimos rumbo a Cracovia para vivir los días centrales de la JMJ. Estábamos expectantes pero confiábamos en que estos días estuviesen cargados de nuevas experiencias y momentos importantes. Y así fue.
Durante la misa de inauguración de la JMJ en el parque B?onia, fui realmente consciente de dónde estábamos, por qué estábamos y de las dimensiones de aquella “locura”. Me quedo con la canción final a una sola voz “Jesus Christ you are my life”, un momento que, junto a otros por venir, será difícil de olvidar.
Al día siguiente, llegó el primer mensaje del papa en su bienvenida, invitándonos a salir de nuestra comodidad y a ser rostro joven de la misericordia del Señor.
Así, en los diferentes encuentros con el papa, siguió mostrándonos la cara de la misericordia del Padre e invitándonos a ser parte de ella. Durante el Via Crucis nos llamó a ser esperanza y a entregarnos generosamente a los que necesitan de nosotros. En la Vigilia nos instó a construir muros y a calzarnos unas zapatillas para luchar por los sueños, por llevar la alegría y a ser titulares de nuestra propia vida, dejando la huella del Señor a nuestro paso.
En la misa de clausura nos llamó por nuestro propio nombre y nos dijo “con vuestra sonrisa y vuestros brazos abiertos predicáis la esperanza […] La Jornada Mundial de la Juventud […]comienza hoy y continúa mañana”, invitándonos a llevar todo lo vivido a nuestra vida y a dar gratis la alegría que hemos recibido gratis del Señor.
De vuelta en casa, solo puedo sentirme agradecida por el grupo y los detalles que a lo largo de la JMJ han permitido vivir el significado del lema: “Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia” y pedir para que todo lo vivido podamos llevarlo realmente a nuestra vida, convencidos de que si nos confiamos a las manos del Señor, él nos guiará por nuestro camino.
ELENA LUQUE (SEVILLA)
Antes de pisar suelo polaco solo sabía que estas siglas significaban Jornada Mundial de la Juventud, que veríamos al Papa y que conoceríamos a personas de muchos países. Aún no estoy muy segura de qué es lo que me hizo apuntarme, digamos que fue un impulso, una decisión que tomé posiblemente porque me apetecía viajar y vivir una nueva experiencia; jamás imaginé todo lo que iba a suponer.
Desde que decidí apuntarme a esta JMJ he esperado impaciente que esta comenzase puesto que me hacía especial ilusión recibir directamente del Papa Francisco el mensaje que este tenía preparado para los jóvenes. Muchos coincidirán conmigo en que Francisco es capaz de conectar con la gente de una manera especial.
Con la llegada a ?ód? surgieron algunos nervios por saber cómo pasaría la primera parte de la JMJ viviendo acogido en una familia Polaca. Realmente pasamos muy poco tiempo con ellas y sin conocernos de nada, no dudaron en abrirnos sus vidas, ofrecernos todo lo que tenían para hacernos sentir como en casa y hasta emocionarse por nuestra marcha. En esos días recibí una lección de misericordia, y me hicieron reflexionar sobre hasta qué punto sería capaz de poner mi vida al servicio de los demás.
Una vez en Cracovia vivimos los actos centrales de la JMJ. Me gustó especialmente como el Papa nos llamó la atención, nos dijo que no podíamos ser jóvenes tristes y aburridos sino que debíamos amar la vida y repartir gratuitamente la alegría que habíamos recibido. Por otro lado, durante esos días pude vivir y compartir abiertamente y con naturalidad nuestra Fe. Al salir de las pequeñas comunidades de nuestros lugares de origen volví a sentir que no estamos solos y que formar parte de esta “locura” merece la vida. Ojalá al volver a nuestras realidades seamos valientes y capaces de vivirla de la misma manera.
Con Polonia he podido disfrutar de mis segunda JMJ. Madrid fue una gran fiesta de la Fe en la que descubrí en que consiste formar parte de la Iglesia. Cracovia ha conseguido que siga sintiéndome orgulloso de formar parte de ella.