Os dejamos con el testimonio de Juandi de Sevilla y Javi de Málaga tras sus experiencias en la Pascua Contemplativa y Misionera respectivamente:
PASCUA CONTEMPLATIVA
“No necesito silencio, yo no tengo en quien pensar”, así cantaba Atahualpa para recordarnos la importancia del silencio en la reflexión. A la Pascua iba con esa idea, la de acallar las voces que nos llenan de ruido, pero no (o no únicamente) para pensar en alguien, sino paracontemplar y orar.
Adentrarse en el silencio es complicado. En parte porque es difícil no atender a los ruidos externos pero, sobre todo, porque cuesta mucho no escuchar los del propio yo. Por eso, para poder des-centrarnos y fijar nuestra mirada en Dios, se nos invitaba a la contemplación (a partir de iconos de la iglesia oriental) de los grandes misterios de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Confieso que se me hace duro el silencio. Y que a menudo descuido la oración. Y que a duras penas llego a entender qué es la contemplación. Es fácil, al menos para mí, confundir la oración y la contemplación con un ejercicio intelectual o una reflexión. O con una experiencia que nos lleve al éxtasis místico alejado de la realidad.
No quiero engañarme ni engañar a nadie diciendo que en la Pascua Contemplativa todo ha cambiado, que desde entonces ya todo eso me resultará fácil. Lo único que puedo asegurar es que estos días he intentado contemplar (y quiero seguir haciéndolo) el Misterio de Dios y dejarme contemplar por Él. Y voy entendiendo que la contemplación y la oración no pueden separarse de la vida.
Israel contempla a Dios en su Historia, en ella percibe el amor que tiene por su pueblo. Los discípulos contemplan el amor de Dios en la vida de Jesús, en su entrega total por amor. La contemplación y la oración no son un alejarse del mundo, un evadirse, sino una conexión con la presencia de Dios en la vida, en la Historia.
Contemplar es descubrir, sentir y gustar el paso de Dios por la vida. Abrir nuestros límites y nuestra pobreza a la Trascendencia, al Misterio, a la Presencia de Dios (a veces inabarcable e incomprensible para nosotros, pero siempre real y cierta). Es, aunque a veces no podamos entenderlo e incluso nos cueste creerlo, saber que el Padre nos acompaña y nos ama a todos.
Siempre.
Juandi (Sevilla)
PASCUA MISIONERA
¿Cómo puedo no cantar la alegría que hay en mí?
Esas palabras siguen resonando en mi cabeza días después de haber vivido esa pascua tan especial, alegre, fraternal… ¡Se respiraba vida!
Cuando iba camino de Vícar, quizá por los nervios y el desconocimiento de los que me iba a encontrar, no paraba de cuestionarme qué pintaba yo en ese sitio… lo único que esperaba era poder tener unos días de paz, desconexión y como no, ¡De estar en las cosas del padre!
El comienzo fue apoteósico, ¡Estábamos descolocados! Nos encontramos con una comunidad parroquial muy forjada con Antonio, el pastor que olía a oveja, a su frente y con un pueblo que nos acogió desde el primer momento con las manos abiertas. No tenía pinta de ser el lugar de misión. Al ratito nos enteramos que, en efecto, no iba a ser así y fuimos enviados a la Venta del Viso, un pequeño barrio de gente MUY trabajadora y algo alejada de Dios.
En la primera toma de contacto con El Viso, el domingo, conocimos a Isabel la que sería como nuestra abuela allí en el Viso. No le faltó un detalle con nosotros en todos los días que estuvimos. Ella nos contó la realidad de la parroquia y nos avisó que no solía ir mucha gente. La primera misa, la de Ramos, nos descolocó, esperábamos estar solos pero se llenó media parroquia…
La semana fue avanzando muy rápido… los primeros días nos dedicamos a visitar a los presos de la cárcel de Almería, hicimos actividades con los niños del barrio ¡Cada día venían más!, también salimos a misionar por las casas del pueblo, fuimos a visitar un barrio gitano llamado “El Cosario” y también rezábamos por aquellos que estaban en salida. Personalmente, no tuve tiempo para tomar conciencia de lo que estaba haciendo, era todo tan efímero… El jueves tuvimos la oportunidad de retirarnos a orar, al igual que Jesús hace en Getsemaní, y fue cuando caí en la cuenta de todo lo vivido… La alegría y la esperanza de la gente de la cárcel, la ilusión de los más pequeños, la acogida de las personas que visitábamos… Realmente caí en la cuenta que me encontraba con Dios cada vez que hablaba con una de esas personas.
A la vez, dedicábamos tiempo a la oración, la formación y el trabajo ya que otra misión era preparar, con mucho cariño y esmero, cada una de las celebraciones de la semana. Esto sirvió para que las viviésemos con mucha más intensidad. Las lágrimas no faltaron en ningún momento.
Terminamos igual de descolocados que empezamos, con dos pascuas… Si, si ¡Dos pascuas! La primera, en la Venta del Viso, fue muy especial, ya que estuvimos acompañados de todas esas personas que habíamos conocido esa semana. Nos acompañó Toñi, una chiquilla que, tras pegar en las puertas del templo y decir que quería ser amiga de Jesús, se bautizó en medio de la alegría de la Vigilia Pascual. Nos sorprendió además, ver el templo lleno ¡Lo que habíamos esperado toda la semana! Allí nos despedimos de Isabel, que entre lágrimas nos contaba la pena que le daba que nos marchásemos.
La segunda Vigilia fue aún más especial. Se unieron a ella nuestros compañeros contemplativos y todos juntos pudimos disfrutar de la fiesta de la resurrección de Cristo. Esta vez fue en Vícar, el pueblo que nos acogió. ¡Qué sorpresa nos llevamos al reencontrarnos con gente del Viso que había venido a vivir, otra vez, esa gran fiesta con nosotros!
También hay que destacar la unión que desde el principio hubo en el grupo. ¡Cuánto nos unieron las campanas! El humor nos acompañaba siempre y la alegría se notaba en cada momento, en los ensayos, en los desplazamientos, en las comidas… ¡Doy gracias a Dios por cada uno de vosotros!
Me llevo tanto aprendido y vivido de esta semana… pero lo puedo resumir en dos:hay que ser misionero en el día a día de nuestra vida y llevar con nosotros el testimonio de la alegría de Cristo Resucitado.
Javi (Málaga)